Conductividad y control:
Grafeno en la evolución de materiales antiestáticos
A inicios del siglo XVIII, científicos comenzaron a observar que algunos materiales al frotarse se atraían entre sí, pero que otros, sobre todo aquellos de distinta naturaleza, siempre se repelían. Después de numerosas observaciones del mismo fenómeno, los estudiosos coincidieron en que, entre ciertos objetos se transferían fluidos invisibles o cargas, que posteriormente denominarían fuerzas de atracción y repulsión.
Fue Benjamín Franklin quien concluyó que entre los objetos solo se intercambiaba un fluido, y que las dos cargas distintas eran un exceso o una deficiencia de este. Para tal conclusión Franklin experimentó con cera y lana e interpretó que, al frotarse, la lana extraía el fluido invisible de la cera, causando un exceso de carga en ella y una deficiencia en la cera. En consecuencia, esta diferencia de cargas sería la que mantendría unidos ambos cuerpos por las mencionadas fuerzas de atracción, y a la vez que el fluido intentaría recuperar el equilibrio entre ambos materiales.
“Tiempo después se descubrió que el misterioso “fluido invisible” estaba compuesto por diminutos fragmentos de materia llamados electrones. Los portadores de carga eléctrica más pequeños conocidos”
Hoy en día sabemos que la carga eléctrica es la transferencia de electrones que se produce cuando dos cuerpos generadores de tensiones electrostáticas entran en contacto. Sin embargo, en materiales aislantes como el plástico ocurre algo distinto. En ellos la carga tiende a permanecer en reposo o estática en la zona de contacto localizada y, cuando dicho plástico entra en contacto con un cuerpo a un potencial diferente, como una persona o un microcircuito, esta electricidad estática puede descargarse mediante un arco o una chispa que a su vez puede causar daños a equipos electrónicos o incluso incendios y explosiones, sobre todo en presencia de líquidos, sólidos o gases inflamables. De aquí la importancia del uso de materiales antiestáticos en productos plásticos para la construcción, dispositivos electrónicos, centros de almacenamiento, textiles, entre muchos otros.
“La carga en reposo también se conoce como electricidad estática o electrostática”
Como bien sabemos los plásticos se encuentran en prácticamente cualquier entorno y, aunque atienden incontables necesidades, la electricidad estática que se forma puede limitar sus aplicaciones. Por esta razón, es común el uso de aditivos antiestáticos que les ayuden a reducir su resistencia eléctrica y los vuelvan adecuados para la producción por ejemplo, de embalajes antiestáticos para la industria electrónica, automotrizo química,ya sea fabricados con biopolímeros biodegradables como el ácido poli láctico (PLA) y acetato de celulosa (CA) o con plásticos petroquímicos no biodegradables como el polietileno (PE), polipropileno (PP) y tereftalato de polietileno (PET) o bien, para la producción de insumos de la construcción con PVC o caucho para plantas químicas, gasolineras y minas de carbón, por mencionar algunos.

¿Cuántos tipos de aditivos antiestáticos existen?
La familia de los aditivos antiestáticos es amplia. Pueden ser iónicos, no iónicos, polímeros conductores, aditivos con fósforo y materiales de carbono. Pero como es habitual, en este artículo nos enfocaremos en los materiales de carbono, como el negro de humo, el grafito y principalmente, en el grafeno.
“Según la norma ASTMD257-78, la resistividad superficial de los materiales antiestáticos se encuentra entre de 1,0× 105 a 1,0× 1012 Ω/sq”
El grafeno es una nanoestructura de carbono cuya reconocida conductividad eléctrica (0,96×108 Ω·m-1) le permite actuar como agente antiestático. A diferencia del grafito, que es una forma tridimensional del carbono compuesta por millones de láminas de grafeno apiladas y del negro de humo cuya configuración amorfa lo hace propenso a formar grandes agregados, el grafeno tiene una estructura bien organizada en forma de lámina y con una extensa superficie de área de gran accesibilidad a sus dos superficies que le permite interactuar íntimamente con otras moléculas y de esta manera modificar las propiedades de una gran cantidad de materiales, en este caso de los polímeros, no solo en materia antiestática, sino en resistencia mecánica, térmica y propiedades de barrera.
En el estricto sentido, el grafeno se compone únicamente de átomos de carbono, pero en la realidad práctica, se dice que existen tantos tipos de grafeno o de materiales grafénicos, como métodos de producción, ya sea para la obtención de grafeno propiamente dicho, de óxido de grafeno (GO) o de óxido de grafeno reducido (rGO), y cualquiera de ellos con alguna funcionalización desde su producción o bien, posterior a ella. Toda vez que cada grafeno puede requerir modificaciones químicas adicionales que mejoren su interacción con las diversas matrices poliméricas y les confiera una o varias propiedades, incluidas la que nos ocupa, es decir, la propiedad antiestática, por ejemplo:
Para integrar el grafeno en el PLA de los productos para embalaje antiestático, se pueden utilizar como vehículo los plastificantes como el timol, polietilenglicol (PEG) y el sebacato de dibutilo (DBS), no solamente para fines antiestáticos, sino también para mejorar la resistencia mecánica y propiedades de barrera del polímero original. De acuerdo con lo reportado en la literatura, la presencia de grafeno en el PLA puede incrementar la conductividad eléctrica de 1.39E-12 S/cm hasta 2.83E-4 S/cm. No así en el caucho para piso antiestático, para el cual el grafeno se puede funcionalizar con metacrilato de zinc para reducir hasta en tres órdenes de magnitud su resistividad eléctrica.
Por otro lado, y como es bien sabido, un punto crítico para el correcto desempeño del grafeno en cualquier aplicación es su buena dispersión e integración con la matriz que lo soporta. Lo complejo es que no siempre se logra con la misma metodología. Por ejemplo, para tener una buena dispersión con el caucho, el grafeno se puede funcionalizar con 3-glicidiloxipropiltrimetoxisilano, un agente de acoplamiento entre compuestos orgánicos e inorgánicos; pero en el caso del PET, se puede utilizar óxido de grafeno (GO) funcionalizado con p-fenilendiamina (PPD), el cual es un agente reticulante que además de mejorar la dispersión del grafeno, también favorece su estabilidad térmica y finalmente, su rendimiento antiestático aumentando hasta en 8 órdenes de magnitud la conductividad del PET.
En cuanto al acetato de celulosa (CA), un polímero biodegradable con gran auge como material de empaque, existen metodologías que, gracias a la gran afinidad entre ambos materiales, permiten una funcionalización directa del grafeno con moléculas del CA desde el momento de su producción. Estos métodos no solo mejoran la integración entre ambos materiales, sino la dispersión del grafeno y una eficiente disipación de la electricidad estática al reducir la resistividad superficial del CA registrada en 1,09× 1012 Ω/sq hasta 1,51× 109 Ω/sq. Un procedimiento similar se puede lograr con el PVC y el ftalato de dioctilo (DOP). Este último es un compuesto orgánico empleado como plastificante en la fabricación de plásticos y caucho, pero que utilizado durante la exfoliación del grafito puede ayudar a obtener un grafeno más afín al PVC y a la vez reducir su resistividad de 1016 Ω -cm hasta 2,5 ×106 Ω/sq.
Con todo lo anterior es claro que el grafeno representa un salto tecnológico en el desarrollo de plásticos avanzados. Su capacidad para actuar como aditivo antiestático eficaz, sumada a sus beneficios multifuncionales, lo convierte en una herramienta clave para impulsar la innovación en materiales. Sin embargo, su desempeño depende de una adecuada selección del tipo de grafeno, su funcionalización y una integración eficiente con la matriz polimérica. A medida que la investigación avanza, el grafeno se consolida como una solución de vanguardia para responder a los desafíos de seguridad, funcionalidad y sostenibilidad de la industria plástica moderna.
Redacción: EF/DHS
Referencias
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